domingo, 17 de octubre de 2010

EL DJEM, MATMATA Y DOUZ

Nos hemos levantado a las 6h30, para tener tiempo de tomar una ducha y desayunar. A las 7h30 sale el autobús, tal como estaba previsto, en dirección a El Djem para visitar su magnífico anfiteatro. Un anfiteatro esta formado por la unión de dos teatros que forman una elipse. En él los gladiadores luchaban entre ellos o con las fieras, para entretener al pueblo con un espectáculo que prometía ser emocionante. Nuestro guía Montasser, nos da amplias explicaciones sobre este importante monumento de la antigüedad y que nos hace descubrir un pasado glorioso de una tierra que siglos después sería musulmana.







Así como la parte norte del anfiteatro está bastante destruida, la parte sur se conserva en buen estado y permite hacerse una buena idea de la Arena donde tenían lugar las luchas de los gladiadores. De gran interés son los accesos a las gradas más elevadas, como también los accesos al subsuelo donde estaban alojadas las fieras que participaban en los espectáculos. No hemos podido evitar las comparaciones con los anfiteatros de Arles y Nimes donde estuvimos en la primavera pasada.

 
Después de nuestra visita, nos hemos dirigido hacia Matmata, al sur del país. Una población cuyo interés son las casas que están excavadas en el suelo, aprovechando las irregularidades del terreno. Con estas casas “trogloditas” sus habitantes pretendían conseguir soportar el calor exterior con una temperatura constante y  mucha más agradable en el interior de las casas.
La carretera hacia Matmata, que no tiene mas que 30 años, representa una importante obra de ingeniería pues el terreno es muy irregular y ha hecho falta un gran esfuerzo de nivelación del terreno, para acercar esa población al resto del país. 




Son muchas las casas subterráneas que todavía hoy se conservan, y aunque se construyen casas convencionales, éstas se construyen al lado de las casas tradicionales, sin destruir estas últimas.
Nada más llegar a Matamata, hemos ido al Restaurante “Les Berebers” ubicado en una antigua casa tradicional donde hemos comido. Hemos podido apreciar como la construcción de estas casas se hace gracias al terreno arcilloso del emplazamiento lo que facilita su excavación, posteriormente lo cubren de cal para aislarlo y evitar derrumbamientos. Este restaurante resulta ser un lugar turístico donde los autobuses llenos de turistas, hacen parada y dan de comer a sus pasajeros. Comprobamos como la cerveza tiene una consideración turística, y su precio es europeo.









Son muchas las casas que se pueden visitar en esta población, y sin embargo, nosotros solo hemos podido visitar una casa. Todo parecía muy amañado y mientras una mujer nos enseñaba como molía grano en un molino de piedra tradicional, otra nos preparaba té a la menta, y intentaba sacar algo de dinero de nuestra visita. 






Como el día promete ser largo, y la distancia a recorrer también, enseguida hemos subido al autobús para dirigirnos a Douz, a las puertas del desierto. Aprovechamos para dormir un poco, cuando de repente nos despertamos por una fuerte tormenta de granizo que ha martilleado nuestro autobús durante unos minutos. El conductor ha parado el autobús, como medida de precaución y nos hemos puesto a contemplar embobados, como el suelo seco del desierto se cubría de bolas de hielo y lo teñía de blanco. 



Enseguida comprobamos cono el agua que ha caído en unos pocos minutos, se ha convertido en torrentes que en algunos casos han cubierto el asfalto de agua y han estado a punto de interrumpir el tráfico de la carretera. Por un momento hemos temido que el tiempo que no acaba de estabilizarse, pueda amenazar nuestro viaje e impedir ver una buena puesta de sol en el desierto.
Nada más llegar a Douz, el autobús nos ha llevado hasta un lugar en el que contemplar las dunas del desierto. La mayoría de nuestros compañeros han optado por hacer una pequeña excursión en camello, para adentrarse en las dunas del desierto y contemplar mejor la puesta de sol. Assumpció y yo hemos preferido andar hasta unas palmeras que se hallan a la suficiente distancia como para apreciar el silencio y la envolvente soledad del desierto.
Aprovechamos para inmortalizar el momento haciendo algunas fotos y comprobamos que el color blanquinosos de la arena y su fina consistencia, así como el sol que lentamente se esconde en el horizonte crea unas doradas tonalidades que nos transportan a un estado en el que la belleza y la luz forman un conjunto armónico.









Un día más nos alojamos en un hotel de 4*, Hotel Douz El Mouradi, ya que la insuficiencia de viajeros ha propiciado que nos agruparan a todos en una misma categoría de hoteles, para ahorrar costes de desplazamiento y quizás por no tener disponibles hoteles de categoría inferior al agrupar a los viajeros en un solo hotel.




Después de tomar una reconfortante ducha caliente, bajamos al restaurante y compartimos mesa con una pareja de viajeros de nuestro autobús y charlamos sobre otros viajes y experiencias de viajes anteriores.
Después de cenar, vamos hasta la Haima que han montado en el jardín y donde Rhiad, al que por su oscuro color de piel le llaman simpáticamente “el rubio” nos sirve una copa de Bukha (licor de higos) que destilan los judíos de la Isla de Djerba, mientras suena una frenética música bereber. Nuestros compañeros de viaje se han apuntado a fumar en Chicha, y Rhiad hace equilibrios con un narguile en la cabeza para amenizar la velada.



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